22 Jul
22Jul

 Lavó sus manos en el chorro de agua del grifo del aseo de su habitación hospital echándole bastante jabón para eliminar lo que ya no podía eliminar, el virus que había contraído, después las secó en una toalla de papel y cogiendo su bolígrafo escribió en un par de hojas la siguiente misiva: 

Para ti, amor de mi vida: No sufras ni te angusties; este distanciamiento es temporal. Nos ha separado este enemigo, esta pandemia que arrasa nuestro país. Al dar positivo, me ha llevado a recluirme en una habitación de mi hospital. Sí, a este centro sanitario que es como mi segunda casa. 

Deseo, antes de que me lleven a la UCI, mandarte por mi WhatsApp esta carta. Cuánto me gustaría estar contigo en nuestro hogar abrazándote a ti y a nuestro hijo de cuatro meses. Espero, amor, que me lo detectaran antes de que os contagiara, pues sería muy triste que nos encontráramos ingresados ambos y, sin siquiera poder cogernos de la mano. 

Me suministran oxígeno pero me ahogo porque me falta el tuyo, tus caricias y besos, esas que, como sé que España y este hospital gozan de buenos especialistas en medicina, te daré muy pronto y, si no fuera así, dile, el día de mañana a nuestro hijo, que su padre marchó sin rendirse en su puesto de trabajo luchando y siendo víctima del virus y que, el mejor homenaje que me podría conceder es ser profesional de la medicina, que se dedicara a ello, para que demostrara que no tiene miedo a contagios cuando está en riesgo la vida de muchos. 

Amor, no llores, piensa en todos esos bonitos momentos vividos juntos, y los muchos que estaremos si este Covid-19 nos deja, pues ahora estamos en sus manos. En tu última misiva, llena de amor y sentimiento, me decías que, si no fuera porque tienes que estar cuidando a nuestro tesoro, vendrías a hacerme gestos de cariño y mandarme besos desde la calle a esta ventana de mi cuarto hospitalario. 

Aunque así fuera, no lo hagas, por favor, te quiero muchísimo, sigue los consejos que nos da el gobierno. Cariño, procura no salir a la calle para no contagiarte ni contagiar. Yo lo contraje, vida mía, porque me sorprendió el ladino en mi puesto laboral, ejerciendo esta grandiosa profesión que admiro y por la que siento gran vocación, la medicina. 

Vida mía, desearía estar sano para seguir gozando el gran amor que nos tenemos y, sobre todo, desarrollando este trabajo en el que hoy tan agobiados están mis colegas de profesión. Necesitan medios y la ayuda de los que estáis fuera cumpliendo las normas establecidas. Amor, quédate en casa que nuestros corazones se aman y esta sociedad, que somos todos, resistirá. Con cariño solidario frenaremos este mal y no quedarán más corazones rotos porque este enemigo los rompe. 

Pueden faltar recursos pero que no falten nunca los sentimientos. Cuento con salir de aquí, de esta cárcel en la que se ha convertido el lugar que tanto quiero, mi querido hospital y volver a él , pero sano y salvo, para recordar esta triste fase como algo del que no estamos inmune nadie, y menos los que más expuestos estamos, los que nos hallamos en primera línea, los sanitarios. 

Te quiero, mi amor y, por eso, cuando leas esto no llores porque tenemos que vivir muchas primaveras. Nos necesita nuestro hijo y la vida que la tenemos consagrada a él. Que Dios nos ayude para que no quede huérfano de padre. 

Que este coronavirus no mate vidas y con ello amores. Te adoro y, aunque este malvado conmigo acabe, siempre te amaré por eso no podrá evitar que si así fuera, antes de cerrar mis ojos exhalaré mi suspiro por ti, mi enfermera de amor, gracias a ti conocí el verdadero y único amor. 

Desde la distancia física, nunca sentimental, muchos besos de todo corazón. Abre la ventana de la esperanza y piensa que la de cristal, la 22 23 que fue tu única salida al rayo de tu atormentada mirada, esa ya, amor mío está abierta plenamente y el aire que por ella entra es diferente, es el de la normalidad que llaman nueva pero , es tan vieja como cualquier otra.

Deseando y esperando salir indemne de la cárcel del coronavirus y que mis compañeros/as de profesión también lo estén y, para ello y por ello, demando que se nos dote de todos los medios preventivos para defendernos y defender a los demás de tan terrible mal. 

Que siga cantando y trinando el pajarillo del amor que, cada mañana me despierta pensando y soñando en abrazarte, desde el alféizar de la ventana de mi hospital; esa avecilla me da ilusiones y fuerza para salir de aquí. Firmado, El médico que necesita cura. 

(Esta carta fue remitida a su compañera por un sanitario, médico que enfermó con ese maldito virus).

José Reinaldo Pol García

Profesor, 66 años 

Lugo, España


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