17 Jun
17Jun

Decidí escribir mis impresiones y mis sentimientos en este forzado encierro. Con mi marido hicimos un plan de acción, salir lo menos posible; pero antes debíamos comprar los necesarios, abarrotes principalmente, artículos de aseo personal y limpieza de la casa. Partimos raudos al supermercado, premunidos con las mascarillas y guantes, que nuestro hijo, muy preocupado, nos envió por encomienda desde Osorno. Debo decir que nosotros vivimos en la zona costera de Valdivia en la Caleta de Los Molinos, a 22 kilómetros de la ciudad de Valdivia. 

Llegamos a comprar en el supermercado que nos ofreciera los mejores precios, cosa que cotejamos el día anterior antes de salir. Había poca gente, elegimos y compramos sin dificultad, luego fuimos a comprar carnes y cecinas en nuestra carnicería habitual y verduras para una semana donde nuestro casero. 

De vuelta a casa, guardamos nuestros productos recién adquiridos, entonces nos preguntamos: ¿y ahora, qué hacemos? Habíamos comprado azúcar y las frutas necesarias para preparar conservas y dulces, algunas frutas las sacamos de nuestro huerto, otras las recolectamos silvestres.

Tenemos una buena provisión de murtado, dulce de mosqueta, mora, conserva de membrillo con murta, antes habíamos hecho de frambuesas. Luego de tan ajetreado trabajo, Pedro, mi esposo, se dedicaba a la mantención del jardín y su invernadero. Yo dentro de la casa leía, hacía puzles, salía al jardín a mirar las plantas y nuestra pequeña laguna con peces koi, desgraciadamente no puedo dedicarme como antes al jardín por razones de salud, pero hago lo que puedo: cocino, preparo galletas, pongo la mesa, le doy comida a los gatos y a mi perrita Pelusa; hago la cama (mi marido odia hacerla) y ordeno la casa. Pero una vez hecho todo lo que hicimos ¡se nos acabó el repertorio! en parte, porque en una casa siempre hay cosas que hacer y yo nunca fui muy casera, entonces me sentía encerrada, necesitaba salir, ¡me faltaba salir! 

Sin embargo, por la cuarentena, no se podía; entonces me sentaba en la galería a mirar el mar y el jardín, sobre todo cuando llovía. Un día mi marido fue a Valdivia solo, mientras esperaba su regreso, estaba sentada en el living y sentí angustia, ¡la casa se me caía encima! tenía miedo de estar sola, porque me dan vahídos, pierdo el equilibrio y me caigo, no siempre porque alcanzo a reaccionar. 

Entonces lloré y lloré sin consuelo. Tenía una tremenda angustia y miedo a la soledad y a la pandemia. Pensaba, ¡qué va a ser de nosotros aquí solos! no tenemos a nadie, nuestros amigos adultos mayores también encerrados. 

Sin embargo, poco a poco dejé de llorar, reaccioné y me dije, que no podía decaer. Entonces llamé a mi hermana que vive a cientos de km de mi casa, conversé con ella y me sentí bien.

Ester Labbé Labbé 

Profesora Jubilada, 73 años 

Los Molinos, Valdivia, Chile 

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